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Columna: ¿Quién es Marta Brunet? La primera periodista chilena moderna

Por Karim Gálvez

Hay nombres que permanecen en el inconsciente colectivo chileno.  Uno de ellos es el de la escritora Marta Brunet, a quien se le recuerda por sus Cuentos para Marisol, aquellas historias infantiles que los sub 60 leyeron en los libros de lenguaje escolares.

Pero Marta Brunet, Premio Nacional de Literatura 1961, no solo fue novelista, sino también una eximia redactora y directora de revistas en los años 30, la primera periodista chilena moderna. Redactaba crónicas, entrevistas y columnas; escogía fotografías, editaba textos; era la responsable del proceso periodístico editorial, en un momento en que en Chile explotaba el mercado de medios de comunicación masivos bajo el alero de editorial Zig-Zag.

El escritor uruguayo Ángel Rama escribió que los años en que Brunet ejerció como periodista fueron una tortura para ella. Yo, en cambio, postulo que Brunet disfrutó el ejercicio del periodismo.  Si no, no lo habría ejercido por casi 40 años. Para ella, el oficio era un laboratorio de experimentación de escritura y una forma de difundir las ideas progresistas en un Chile de principios del siglo XX, que enfrentaba un profundo proceso de transformación político, social y cultural.

Entre 1927 y 1930 fue corresponsal del diario El Sur de Concepción, con una sección propia llamada Kaleidoscopio, donde, en honor al nombre, entrevistaba desde intelectuales y poetas como Claudio Arrau, María Monvel y Amanda Labarca hasta artistas transgresoras como Josefina Baker (“… se goza con el arte de esta bailarina animalesca y juguetona, armoniosa y desconcertante”).

Luego, entre 1935 y 1939, ofició como reportera y como directora de la revista Familia, un magazine dirigido a la mujer conservadora. Desde esta vereda, bajo el seudónimo de Isabel de Santillana, escribía columnas para la dueña de casa, y recetas de cocina, bajo la firma de la Hermanita Hormiga. También firmó como Aladina, en la revista Ecrán.

Más tarde expandió sus ideas al continente a través de sus publicaciones en el diario La Hora y la revista Repertorio Americano con una impronta política.

En sus escritos periodísticos abogaba por el derecho de la mujer a trabajar fuera del hogar; a romper su matrimonio si no existe el amor; a gozar de sus espacios de soledad. Reclamaba asimismo la necesidad de eliminar el trabajo infantil y otorgar subsidios a los artistas.

También escribía crónicas de viaje y de libros con una pluma inmisericorde (“¡Qué cansancio produce la lectura de este libro! Parece que nunca se llegará al final”), y otras, repletas de humor (“¡Ya! Todas listas. Parecemos comparsa de bataclanas. Una carrera y al mar (…) Cada vez tomamos mayor aspecto de perros, braceando, resoplando, braceando”).

Pese a que en los tiempos en que desarrolló su labor aún no se acuñaba el concepto de periodismo literario, Brunet combinaba la recolección de hechos con una estructura narrativa elaborada, una voz personal, un escenario reconocible, la construcción de personajes, un tema y una trama, elementos que en la actualidad definen a un texto dentro de la categoría de periodismo literario.

En ocasiones recurría a seudónimos, como Isabel de Santillana y Aladina, para construir y proyectar una serie de sensibilidades femeninas que experimentan tensiones identitarias durante la primera mitad del siglo XX, tales como el dilema entre la mantención de los roles domésticos y la irrupción en el mundo asalariado (“La mujer no se ha colocado frente al hombre para quitarle su trabajo, se ha puesto lado a lado para ayudarlo en esa dura tarea de conseguir el pan nuestro de cada día”).

Los escritos periodísticos de Marta Brunet se enmarcan en la tradición de la crónica periodística latinoamericana entendida como un espacio de transformación de técnicas de escritura, en línea con lo propuesto por Susana Rotker, cuando define la crónica como el lugar de encuentro del discurso literario y periodístico.

Brunet fusiona lo mejor de la literatura y del periodismo en su obra de no ficción, y por ello bien merece que su labor como redactora y directora de revistas sea reconocida.