Esta semana, 294 mil estudiantes rindieron la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), el instrumento de selectividad que permite el ingreso a las universidades chilenas para formar a los profesionales del futuro.
Este asunto es relevante cuando, según el informe «People At Work 2024» del ADP Research Institute, la satisfacción laboral en Chile ha caído notoriamente en 2024. Sólo el 59% de los trabajadores locales se muestra satisfecho con su empleo, lo que representa una disminución de 22 puntos respecto al año anterior. El 38% valoran la estabilidad laboral, aunque sólo un 71% está conforme con ella.
¿Qué determina la elección de una carrera? ¿Qué factores están siendo decisivos en la elección de los jóvenes chilenos? ¿Cuánto peso tiene la aptitud en aquella elección? Para analizar el asunto, es necesario enfocarlo a partir de un trinomio fundamental: la vocación, la formación y el servicio.
La vocación, entendida como la inclinación natural y profunda hacia una profesión o actividad, juega un papel crucial en el desempeño laboral. No sólo se traduce en una mayor satisfacción personal, sino que también impacta en la calidad del servicio ofrecido a la ciudadanía. Por eso, está estrechamente relacionada con la ética profesional, pues las personas tienden a adherirse a altos estándares éticos (lo que es fundamental en un entorno donde la transparencia y la integridad son esenciales) cuando la vocación actúa como un motor interno que guía a los empleados a actuar con honestidad y responsabilidad, evitando prácticas corruptas y promoviendo el bien común.
Acerca de la formación, debe entenderse como un proceso que tendrá como resultado la creación de algo determinado. Entonces, habría que preguntarse ¿para qué existe esta formación? La respuesta es simple y se vincula con el punto anterior: es una necesidad para la propia realización, ya que supone tratar de alcanzar el mayor desarrollo posible y, por ello, una gran capacidad de actuación. Entonces, el objetivo que pretende alcanzar la formación es, en términos simples, un mayor desarrollo personal para ponerlo a disposición de los demás.
¿Y el servicio? Esta parece ser la dimensión más olvidada. No siempre existe consenso en que la elección de un camino profesional no se limita al ejercicio de un trabajo profesional, sino que debería ser una forma de actuar guiada por objetivos superiores que tienen relación con una función social. La profesión efectivamente hace que la persona se integre al mercado, pero a través de un aporte específico: aquello que dice ser y sabe hacer.
Entonces, la máxima expresión de la vocación profesional sólo se logrará en la medida en que ésta sea asimilada como una acción con compromiso individual, pero de alto impacto en el prójimo. En ese plano, todas las profesiones representan un servicio a los demás y la tarea principal de cualquier deontología profesional es hacerlo explícito.
Este es el principal argumento de la inclusión real y efectiva de la dimensión valorativa en la formación de profesionales. Un ethos profesional, una manera moral de ser profesional, no se reduce sólo a inculcar deberes y normas que deban ser cumplidas. Estos deberes dejarán de ser estrictamente tales cuando hayan sido asumidos e integrados por cada profesional, hasta el punto de que no será necesario que su cumplimiento sea exigido por el colectivo profesional ni por la ley, sino que emanará de la propia conciencia moral acorde a su conciencia de responsabilidad para la profesión que cada individuo voluntariamente escogió seguir.
Dr. Fernando Gutiérrez Atala
Académico Facultad de Comunicaciones
Universidad del Desarrollo