Nos llamó la atención lo seguridad que transmitía el ambiente. Incluso cuando llegaron personas opositoras al aborto no hubo altercados físicos.
Por Maite Reyes
Fotos: Gonzalo Rojas
La mañana en Washington DC no se sintió ni fría ni caliente y, por primera vez desde que llegamos, el viento traía consigo una sensación de frescor que envolvía la piel y permitía que cada respiración fuera limpia, profunda y agradable. Mientras caminábamos bajo la sombra de los edificios en dirección al Capitolio, escuché a unos chicos de Santiago comentar que estaba helado, pero yo sentía una calidez sobrecogedora en el pecho. A mi parecer, la mañana no estaba ni fría ni caliente y, por primera vez desde que llegamos, recordé que estoy a miles de kilómetros de Concepción, viviendo una experiencia que ya en su tercer día está dejando una huella en mí.
A las diez de la mañana, partimos del hotel rumbo el Capitolio de los Estados Unidos. Aunque el trayecto demoró alrededor de media hora, no parecía que hubiera transcurrido tanto tiempo hasta que estuvimos frente a ese edificio que consigue ser imponente y hermoso a la vez.
De pilares robustos y un color blanco impoluto, muchos nos quedamos completamente admirados al estar a unos metros de ese símbolo de gobernanza democrática. Durante unos minutos cada uno sacó fotos por su parte, y al cabo de un rato los profesores nos reunieron para poder sacar la primera foto en la que aparecemos capturadas todas las personas del viaje académico.
Una vez que hicimos esto, nos dirigimos hacia el interior del Capitolio, donde, tras pasar por el sector donde los policías se encargaban de la seguridad del lugar y pegarnos en la ropa los stickers que nos señalaban como visitantes, esperamos un tiempo para que los que quisieran fueran al baño y tomaran agua. Luego, pasamos a una sala en la que proyectaron un video sobre la historia del Capitolio y Estados Unidos. La música de fondo era inspiradora. Me cohibí un poco al adquirir conciencia de que estaba dentro de un lugar sumamente histórico. Iba a caminar por los mismos pasillos en los que personajes importantes caminaron decenas de años atrás, iba a estar bajo el mismo techo donde los políticos del Congreso estadounidense toman decisiones sobre cómo gobernar una de las más grandes potencias del mundo.
El tour fue informativo e interesante. Al terminar, pasamos por la tienda de regalos para comprar recuerdos y fuimos a la Biblioteca del Congreso, donde nos quedamos otro rato para recorrer dos galerías y admirar la arquitectura del lugar. Cerca de la una de la tarde decidimos ir a almorzar, sin apuros pero sin tomarnos tiempo para descansar, pues a las tres de la tarde teníamos que estar en la Freedom Plaza, lugar donde se haría una manifestación por los derechos reproductivos de la mujer y a favor de la candidata presidencial Kamala Harris.
Las calles circundantes a la plaza se encontraban cerradas y resguardadas por policías. Se reunieron personas de edades muy variadas, todas ellas muy abiertas a responder las preguntas que hacíamos al reportear. Regalaban chapitas, agua, pañuelos, carteles e incluso cremas y helado.
Nos llamó la atención lo seguridad que transmitía el ambiente. Incluso cuando llegaron personas opositoras al aborto no hubo altercados físicos. Muchos llegamos a la conclusión de que, si esto hubiera pasado en Chile, las cosas no habrían terminado así de bien. A pesar del intercambio de gritos entre ambos bandos, la policía logró controlar todo sin violencia. Difícilmente olvidaré la experiencia de estar en esta marcha, entre tantas personas que no tenían problema en compartir sus opiniones y experiencias. A pesar del agotamiento, días como estos son los que reafirman mi decisión de estudiar periodismo.