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Bitácora 1: Primer día en Washington DC

Fuimos 22 los estudiantes que llegamos al aeropuerto en horarios distintos, pero con un mismo objetivo: cumplir un sueño profesional. Esta era una oportunidad única y nos sentíamos afortunados de poder aprovecharla. 

Desde los counters, nos pedían que pasáramos rápido debido a la cantidad de vuelos, y minutos después entendimos por qué: nuestros aviones iban llenos. Llenos de personas, pero también de sueños e historias; historias que, algún día, contaremos, porque de eso se trata el periodismo.

Nos conocíamos entre todos de manera superficial, algunos quizás un poco más que otros, pero este era el primer día de nuestro inicio como grupo. Más que eso, nos estábamos formando como una familia de profesionales con objetivos en común. Algunos comimos, otros conversamos; teníamos que hacer tiempo hasta nuestros vuelos, que, en la mayoría de los casos, partían tarde en la noche hacia Estados Unidos.

Cuando llegó el momento, abordamos y partimos. Todos llegamos a distintas horas y en diferentes vuelos, por lo que había varios grupos, pero nos volveríamos a juntar en Washington D.C., el punto final de encuentro.

Después de un largo viaje y de varias escalas, llegamos a nuestros puntos de conexión. Eso significaba una sola cosa: cada vez quedaba menos para que esta experiencia comenzara realmente (algunos en Miami y otros en Texas). Empezamos a conocernos mejor, unidos por el mismo sentimiento de expectativa y nerviosismo, formando pequeños lazos entre nosotros.

Volver a caminar por los pasillos del aeropuerto era respirar la cercanía de un sueño para nosotros, como periodistas; un sueño que podíamos cumplir juntos, aprovechando las herramientas que cada uno aportaba a este grupo. Finalmente, llegamos a Washington DC. Nos subimos en dos grupos a los transfers porque los vuelos llegaban en diferentes horarios y desde distintos lugares.

Una vez en el transfer, estábamos cada vez más cerca del suelo estadounidense, hasta que, por fin, lo tocamos. Las puertas de la van negra se abrieron frente al hotel, nuestro hogar por los siguientes ocho días.

Nos instalamos en nuestras habitaciones y cada quien tomó su propio rumbo. Algunos tenían hambre y fueron a comer pizzas cerca del hotel, otros estaban preocupados por la ropa para la visita a la Casa Blanca, y otros solo querían descansar. Así, cada uno siguió su propio camino, al menos por un par de horas, hasta volver a la realidad académica y al propósito que nos había traído aquí: trabajar y aprender.

A las 19:00 nos reuniríamos en el lobby del hotel. Teníamos una ventana de tiempo limitada, pero esa reunión de pauta era esperada por varios de nosotros. Era emocionante comenzar oficialmente el trabajo, aunque quizás en unos días el cansancio nos hiciera verlo de otra forma.

El corazón del periodista siempre busca más, y ese fue el camino que decidimos seguir cuando elegimos esta carrera.