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“El documental requiere tomarse el tiempo para mostrar una realidad”

José Luis Torres Leiva presentó “El viento sabe que vuelvo a casa” en el Ciclo de Cine UDD, que hoy continúa, a las 19 horas en la Sala 403, con la exhibición “Sin norte”, largo del profesor Fernando Lavanderos.

José Luis Torres Leiva regresó a Cine UDD con su último título, “El viento sabe que vuelvo a casa“. el prolífico cineasta que acumula una veintena de filmes y quien fuera profesor en nuestra carrera hasta el año pasado, dictó una charla una vez terminada la exhibición de este largo fronterizo entre el documental y la ficción.

En su nuevo filme, un cineasta, Ignacio Agüero, llega a Chiloé –una de las islas más grandes de la costa chilena– y planea su próximo filme. Entre audiciones y búsqueda de locaciones, se abre camino entre las historias que espía, mientras observa los vínculos y tensiones que flotan en el aire.

Luego de la exhibición, José Luis conversó con el periodista de la Facultad de Comunicaciones UDD, Rodrigo Alvarado, y con los alumnos que llegaron a ver “El viento sabe que vuelvo a casa”.

-Has filmado en diferentes lugares de Chile, desde la cordillera a la Antártica ¿Por qué elegiste Chiloé y al documentalista Ignacio Agüero como protagonista?

-Son hartos factores que me llevaron a hacer esta película. Primero, trabajar con Ignacio Agüero, un documentalista que admiro mucho y que me marcó cuando era estudiante. Me gusta su forma de trabajo, el tiempo que se toma para conocer las historias, el proceso de filmación, etc. Y Chiloé porque, a pesar de que había estado sólo 2 días en Ancud, me llamaba la atención lo que pasaba en las islas más chicas, su forma de organizarse. A Meulin llegué por el trabajo de una fotógrafa belga, Brigitte Grignet.

-¿Cómo fue el proceso de desarrollo de este filme?

-Postulé a un fondo de investigación y llegamos a la aventura. Me enamoré del lugar inmediatamente, de los paisajes, la gente –muy amable- y sus historias. Una de ellas, el estar en ese lugar y abandonarlo sin avisarle a nadie, que es algo que muchas personas nos contaban que hacían los más jóvenes. Me quedé con esa idea y la elaboramos con el dispositivo de ficción: una historia que se supone Ignacio conoce, va a hacer una película sobre ella y llama a un casting.

-Cuéntanos de la filmación. Las personas hablan con mucha soltura, ¿estabas presente en las entrevistas?

-Sí, yo y todo el equipo. Grabamos 3 semanas, 2 con Ignacio, pero también fuimos con la libertad de encontrarnos con lo que viniera. Hicimos un guión, pero lo único que hicimos de ese guión es el inicio. Pensamos que todo lo que fuera a suceder nos serviría. Cuando escribí el guión, estaba consciente de que iba a cambiar, y aunque al principio íbamos a hacer las escenas, empezamos a buscar nuevas cosas. Es súper difícil escribir un guión de documental, porque no puedes manejar lo que va a suceder.

-¿Se puede decir que es un falso documental? Es decir, ¿dónde está el límite entre la ficción y el documental?

-Me gusta mucho el documental “En el cuarto de Vanda” (2000) de Pedro Costa, quien grabó a un grupo de drogadictos. Muchas escenas que no grababa pedía que las recrearan, mezclando lo puramente documental. El resultado uno no se cuestiona que es documental y que es ficción. Estar una semana con un grupo de personas es distinto que estar con ellos un año, hay que estar consciente de que necesitarás tiempo para llegar a esa realidad. El documental requiere tomarse el tiempo para mostrar una realidad. Con la ficción es lo mismo.