Por Ernesto Pérez

PESARO, 27 (ANSA) – Un largometraje de fin de curso chileno fue la verdadera sorpresa del concurso del 49o. Festival del Nuevo Cine de Pesaro. «La chupilca del diablo» es la opera prima de Ignacio Rodríguez, de apenas 24 años, y que con ella, ganadora del prestigioso premio FIPRESCI de la prensa internacional en el reciente Encuentros del Cine Latinoamericano de Tolosa, demuestra ser algo más que una simple promesa del novísimo cine chileno.

Para quien no esté enterado del argot chileno, «chupilca» es una variedad de aguardiente que el anciano protagonista (un espléndido Jaime Vadell) produce artesanalmente en su propio garaje, sin ningún recaudo sanitario, bien sabiendo que este producto casero encuentra cada vez un menor número de compradores.El viejo Eladio es un patriarca sin familia que comandar.

Separado de su mujer («como cualquier hijo de vecino» se disculpa), alejado de sus hijos y nietos a los que ve una vez por año en ocasión de la Navidad el hombre vive apegado a su receta y a su caserón, de la misma manera que lo hace con sus ideas que datan de otro siglo y reflejan una sociedad chilena que no existe más.

Un respiro a su soledad se lo brinda un nieto malcriado y vagoneta que piensa ganarse algunos pesos ayudando al abuelo a envasar y vender sus mejunjes.Los dos personajes, uno fuera del tiempo y el otro sin tiempo que perder, conviven por un cierto tiempo sin lograr mejorarse mutuamente aunque tal vez el nieto aprenda por lo menos a no convertirse en el retrato del abuelo.

Con breves y justas pinceladas que retratan con economía de diálogos y situaciones una situación sin salida de una cierta burguesía chilena, Rodríguez nos sorprende con un film que escapa a todos los lugares comunes sin permitirse ninguna facilidad, prefiriendo respetar la psicología de los personajes sin prejuicios y sin falsos moralismos y sobre todo sin juzgarlos.

Jaime Vadell, leyenda del cine, el teatro y la televisión chilenos, que la «Mostra» de Pesaro conoce a través de su vasta actividad en el cine de Salvador Allende, sobre todo con Raúl Ruiz, interpreta finamente y con su habitual discreción un personaje dibujado detalladamente por Rodríguez y sus coguionistas Constanza Zeballos y Matías Jeffs, pero al que le da alma, veracidad y comprensión.

«La chupilca del diablo» conmovió y entusiasmó al público de Pesaro y hasta el tiempo ayudó a la proyección permitiendo que esta se completara sin problemas, después de tres noches de lluvias torrenciales, y a despecho de relámpagos y truenos que se mantuvieron a distancia respetuosa de la pantalla, instalada en la céntrica Plaza del Pueblo.