El director de Cine UDD, Marcelo Ferrari, junto a German Malig, Augusto Góngora y Pablo Salas rebobinaron la memoria hasta Teleanálisis, el noticiero documental que luchó contra la dictadura.
Ayer en el Museo de la Memoria se realizó el Panel “Cine documental de resistencia en Dictadura”, organizado por Cine UDD en el Marco del Festival de Cine de DD.HH. Y si hubo una palabra que marcó la charla, fue el miedo, el que sintieron durante los 80’s los realizadores de Teleanálisis en cada noticiero que hacían para contar lo que no salía en la televisión controlada por la dictadura de Pinochet.
Al mismo tiempo que se estrenaba la película No, en el Museo de la Memoria se mostraba el capítulo Las armas de la paz de Teleanálisis, noticiero clandestino distribuido en VHS desde las primeras protestas de los 80’s.El filme documenta la tensión del día del Plebiscito de 1988 y del que fueron parte los realizadores Marcelo Ferrari, Augusto Góngora y los camarógrafos Germán Malig y Pablo Salas.
“En Chile una serie de cineastas comienzan a formarse tanto en la publicidad como en las escuelas de Periodismo. La irrupción del video y el apoyo de una serie de organismos internacionales les permitirá ocupar las armas del documental para realizar, de manera clandestina, sin distribución oficial, una serie de películas que mostraban aquello que la televisión no mostraba”, contextualizó el investigador Raúl Camargo (RC).
El también profesor de Cine UDD, inició el conversatorio citando un artículo añadido a la Ley de Calificación en 1983 y que obligaba a toda obra audiovisual a pasar por el Consejo de Calificación Cinematográfica antes de ser exhibida.
“Con Fernando Paulsen”, recordó el director Augusto Góngora, “tomamos dos decisiones que sí nos hizo temblar las manos: Tomamos la decisión explícita de ponernos fuera de la ley porque entendimos que no se podía de otra forma. La segunda, luego de mucha conversación, poner los créditos. Fue complejo, tenía algo emocional porque en ese minuto el miedo era cotidiano. Pero sin los créditos no pesaba lo mismo”.
RC: En esa época se instala el trabajo colectivo en el arte. El CADA, el Ictus, que con apoyo extranjero genera una productora audiovisual. Y ese trabajo de distribución clandestino, nacional e internacional, determina la existencia de estas imágenes que hoy podemos ver en muchas películas de la época. ¿Cómo se convierten en los principales camarógrafos del periodo?
Pablo Salas: Lo hicimos porque estábamos peleando contra la dictadura. En 1979 entré a la productora Ictus como editor y en 1983 como editor de corresponsalía para las protestas de esos años. El 22 de septiembre hubo una toma de terreno de 30 mil personas. Ahí decidí tomar una cámara. Cuando empecé a trabajar con la RAI (televisora pública de Italia), ellos usaban sistema PAL, entonces como no servían las cintas me regalaron la que me habían enviado para tres meses. Agarré a unos directores pero nadie se atrevió. Empecé a copiar y al rato saqué un video de las protestas. Ahí empecé a filmar. El límite es difuso entre documental, cine y periodismo, simplemente son las imágenes que te golpean y te muestran lo que está pasando.
Germán Malig: Estudié en el Arcis Comunicación Audiovisual, donde Augusto fue mi profesor y después Pablo me enseñó en terreno. Era habitual que andaba siempre con la cámara, y en muchos momentos capturé porque estaban ocurriendo muchas cosas. Construimos breves historias y las enviabámos a regiones. Mandábamos a Antofagasta y terminaban en Talcahuano. La realización en la calle no tenía mucha lógica. En una protesta de familiares de detenidos desparecidos, se me olvido cortar, nos superaban las situaciones. A veces flaqueaba la energía. Sin embargo en una ocasión, frente de la Biblioteca de Santiago, un carabinero le pega un palo en la cabeza a una señora, lo enfrento con la cámara y se arrepiente de darle el segundo. Ahí me di cuenta importancia de registrar. Había convicción, fuerza y respuesta de la gente. Lo que se hacía provocaba algo.
RC: Marcelo, tu arribo fue un poco posterior. ¿Cómo y por qué te sumaste a este equipo?
Marcelo Ferrari: Entonces era un imperativo moral ponerse al servicio de una causa mayor. Sabía que quería hacer cine, pero en esos años, Chile vivía una dictadura feroz, sentía que mi juventud como profesional no podía estar puesta en otra cosa, porque lo que mostrábamos no estaba en los medios y en mi propia familia no creían que esas cosas sucedieran, la gente que no quería ver. Personalmente no tenía conciencia del valor histórico de lo que estábamos registrando, simplemente fue un imperativo moral hacerlo en una causa ineludible.
RC: Es habitual que se repitan las imágenes en distintos filmes de la época, porque el objetivo era evidenciar el proceso que vivía Chile y que esas imágenes salieran al mundo. Ictus tenía un sistema de distribución grande: Ir a una junta vecinal o una parroquia y pedir la tele más grande de la población para mostrar que en esa misma tele podían ver lo que no mostraban los canales. El otro medio era Teleanálisis, que nació de la Revista Análisis.
Germán Malig: No es que uno enviara las cintas por correo. Pasaban cosas. Un chofer de buses era el que llevaba los videos al sindicato de Codelco. Habían muchas personas que contribuían a que tuvieran acceso. La gente que se sumaba en esta posta era mucha. Marcelo Ferrari: El miedo era el sentimiento constante, pero se fue venciendo con el trabajo del movimiento social. Cuando Teleanálisis se veía en los sindicatos, uno decía sí, hay gente luchando por lo mismo. En ese tiempo no existían las redes sociales virtuales. Era mantener conectada a la gente y convencer de que era posible, como una red social mano a mano.Raúl Camargo: ¿Cómo editorialmente se decidía lo que se rodaba?
Augusto Góngora: Nos juntábamos el lunes en la mañana y participábamos todos, hasta la secretaria. Pasaban cosas importantes, éramos una comunidad discutiendo, conversando. Después los temas se aterrizaban entre todos para que los periodistas y los camarógrafos los hicieran sin problemas. Hubo una etapa en que teníamos miedo y sentirlo solos era mucho peor. Recuerdo que en 1988, en un simposio de la revista Solidaridad en la Catedral, estaba el arzobispo de Sao Paulo y refirió una anécdota sobre el miedo: durante la dictadura en Brasil, en una misa de 12, le preguntó a miles de personas si tenían miedo, empezaron de a poco a salir los sí, la gente se fue sumando. Él les dijo: “ahora todos juntos digamos en comunidad “no tenemos miedo, no tenemos miedo”, y 40 mil personas se unieron para decirlo. En solitario es muy desgarrador, pero cuando el miedo es compartido en comunidad, da fuerza para seguir luchando.
RC: Hay que hacer un reconocimiento al papel de la iglesia en dictadura y también a un antecedente previo de Teleanálisis y el Ictus, las revistas Cauce, Apsi, Análisis, Solidaridad y el Fortín Mapocho. Revistas que también se jugaron la vida.
Pablo Salas: Lo del miedo se nos olvidó, pero el miedo era vivir en Chile, fueras periodista, basurero o traficante, era lo mismo, los milicos torturaban a todos. Cualquier cosa que dijeras que no estuviera de acuerdo al régimen, significaba la posibilidad de la muerte hacia abajo. Siempre había terror. En mi caso, pedí que no usaran mi nombre en los créditos porque como corresponsal extranjero tenía que ir a la Dinacos a pedir acreditación.
Germán Malig: Dos días después del atentado a Pinochet, en la calle veo un tipo en carretón y otro en bicicleta y en un minuto, todos se convierten en un enjambre de agentes que detienen un auto de la Embajada de Holanda. Eran estudiantes de la Universidad de Chile que iban a dejar una carta a la embajada de Holanda. Empecé a filmar a unos 50 metros, calladamente, estaba horrorizado. Sacan a los muchachos y a uno le pegan una patada en la cabeza. Los autos seguían pasando y un paco me dice, cuidado no lo vayan a atropellar. De repente siento aplausos y eran alumnos de la Universidad Gabriela Mistral que estaba ahí. Los primeros jóvenes estuvieron en un cuartel, fueron muy torturados durante un mes y medio y salieron al exilio. Y los otros estudiantes, aplaudiendo como si lo que estaban viendo fuera una película en la tele. Eso es para mí lo más trágico, que esos jóvenes no entendían que esto era parte de la realidad. Eso me confirmó que lo nuestro era necesario. El miedo también se convierte en una potencia.
Mujer del público: Es no ha pasado, la reacción de los carabineros es la misma. No hemos dejado de vivir con ese miedo, y no es tan difícil para los periodistas. Germán, salvaste a una persona de una segundo golpe. ¿Que sentías cuando en las poblaciones les decían “no se vayan, son la única protección que tenemos?
Germán Malig: Registrábamos más de lo que necesitábamos. Una vez en La Legua, pasó un auto con las luces apagadas y tiran una ráfaga de metralleta. Pablo le pasó la cinta al cura y él metió el casete en la sacristía. Salimos y a diez cuadras, había gente de la mano, tomando helado, o sea, seguía la vida. Salir de una huelga de hambre era terrible pero también había que continuar. La prensa tenía cierto resguardo frente a los atropellos. Cuando estaba la prensa pasaban menos.
Marcelo Ferrari: Me tocó llegar poco después de la muerte de José Carrasco (periodista de Análisis asesinado por la CNI) y el temor de quienes estaban allí era un hecho concreto. Hay una anécdota que lo refleja. Estábamos grabando en el teatro Municipal una manifestación cuando un carabinero dispara a una estudiante. Los chicos llegaron corriendo a Teleanálisis. Había miedo porque los vieron grabar. Hicimos 2 copias, las escondimos y me llevé la original. Le pusimos un nombre falso: Chiloé 30. Al llegar a mi casa ví un vehículo sospechoso. Al final me fui a otra casa y pasó lo mismo. Al día siguiente Augusto y Juan Pablo Cárdenas hicieron una conferencia, convocaron a los medios extranjeros, y eso desactivó lo que había dicho Carabineros.
Augusto Góngora: Cuando llega corriendo Claudio Marchant, nos dice mataron a una niña y pasó algo terrible. Yo le pregunto que podía ser más terrible y me dice éramos la única cámara. Era gravísimo. En la radio Sergio Fernández, Ministro del Interior, dijo que una turba atacó a carabineros y en el forcejeo se le había salido un disparo, pero las imágenes mostraban que era una protesta pacífica, casi una joda y de repente se oye el disparo y el carabinero estaba solo junto a la María Paz Santibáñez. Al final ella vivió y se convirtió en pianista. Pero ser la única cámara y cargarse la visión del ministro del interior era demasiado riesgoso.