El libro “La comunicación científica como herramienta contra la desinformación” fue presentado por nuestras docentes María José Labrador, Claudia Reyes y Cecilia Derpich.
Hoy se realizó el lanzamiento de “La comunicación científica como herramienta contra la desinformación”, libro inédito que avanza de manera significativa y concreta, sobre el análisis de las denominadas “fake news”, gran desafío para el periodismo porque atentan contra la veracidad y en definitiva, contra la democracia.
La publicación, editada por las investigadoras María José Labrador y Claudia Reyes, y publicado por la UDD y RIL Editores, fue presentada por la decana Carolina Mardones, la directora de Periodismo UDD Karim Gálvez, y por ambas docentes, además de Cecilia Derpich, profesora de nuestra carrera y editora de “El polígrafo”, fact checking de El Mercurio.
“El libro viene a relevar la labor informativa y a hacerse cargo de uno de los debates más importantes a los que estamos asistiendo: qué características tiene la desinformación y cómo enfrentarla”, advirtió Cecilia.
“La comunicación científica como herramienta contra la desinformación” recoge todo el trabajo que está realizando la comisión europea, que ha presentado al Parlamento Europeo el Plan de Acción para los Derechos Humanos y la Democracia 2020-2024, en el que busca promover y fomentar los valores y principios en una democracia: promover elecciones libres y justas, reforzar la libertad de los medios de comunicación, y luchar contra la desinformación.
Entre estas desinformaciones que se analizan, hay fakes como que la Junji prioriza a los niños migrantes por sobre los chilenos, que se ha impedido la entrada de haitianos en el Metro, o una serie de roles falsos que se les atribuyeron a los migrantes durante las múltiples elecciones que vivimos en los últimos 5 años.
“Uno de los aspectos que más me impactó fue descubrir que casi un tercio de las desinformaciones que circularon respecto de migración se relacionaban con temas ligados a la seguridad, es decir, desinformaciones que alimentan ideas xenófobas contra los migrantes y en especial, los más desfavorecidos”, agregó Cecilia.
Por su parte, Claudia Reyes apuntó que las noticias falsas se mueven rápido y el buen periodismo toma tiempo. “Es impensable derrotar la desinformación en el campo de la rapidez. Se nos exigen otros estándares éticos: ser rigurosos, chequear y contra chequear, utilizar diversas métricas y datos. Debemos estar preparados para combatirla, pues los mayores afectados son siempre los grupos menos privilegiados: inmigrantes, mujeres, jóvenes y personas con menos acceso a la información”.
Finalmente, María José Labrador hizo una pregunta atingente al objetivo de este libro: “¿Por qué la comunicación científica como herramienta contra la desinformación? Porque ésta se erige como pilar en torno a la divulgación científica que es un proceso fundamental en el que participan al menos tres agentes: los investigadores, la sociedad y los medios de comunicación. La comunicación científica permite el acceso y la comprensión de los avances de múltiples áreas y sus respectivas complejidades, y favorece también, que el ciudadano forme su opinión sobre la resolución de los grandes problemas que afectan a la sociedad y participar en el debate ético”.
Cabe destacar que el libro “La comunicación científica como herramienta contra la desinformación” es fruto del esfuerzo de docentes invitados y de autores-profesores de nuestra facultad:
En el capítulo I, María José Labrador recoge diversas iniciativas y orientaciones frente a la desinformación establecidas por la Comisión Europea, las que podrían transformarse en un precedente para lo que será el marco legal de Chile y de Latinoamérica.
En el capítulo II, Claudia Reyes nos propone reflexionar sobre las brechas de género en el acceso y el consumo de noticias políticas y el impacto que este fenómeno tiene para la democracia y la participación activa de las mujeres.
Nairbis Sibrian, en el capítulo III, entrega un análisis de la relación entre la desinformación y la percepción social de la inmigración en Chile, a través de la caracterización de noticias falsas sobre migración chequeadas y su vínculo con discursos de odio en redes sociales.
María Cristina Silva, Myriam Ruíz, Pivonka Loza y Soledad Valenzuela presentan, en el capítulo IV, el plan que la carrera de Periodismo de la Universidad del Desarrollo implementó para desarrollar en sus estudiantes las destrezas necesarias para convertirlos en consumidores y usuarios rigurosos y analíticos de los contenidos informativos que reciben.
Ed Carter, en el capítulo V, escribe acerca de las asimetrías en el periodismo y el mercado de las ideas, desde la perspectiva de Estados Unidos. Se analizan diversos casos en los que el periodista tiene la tarea de identificar la verdad y distinguirla del error, para lo cual los profesionales están llamados a concentrarse no solo en los hechos, sino que en la verdad de éstos.
En el capítulo VI, Fernando Gutiérrez, se refiere a las trasformaciones que enfrenta la profesión informativa a raíz de los avances tecnológicos propios de esta época y de la complejización social que implica la sociedad del conocimiento, en este sentido, plantea cómo una formación especializada puede transformarse en una herramienta de empoderamiento para los periodistas, que les permita actuar con autonomía frente a las fuentes y audiencias.
Pedro Anguita, en el capítulo VII, presenta cómo diversas instituciones gubernamentales y estatales, entidades de factchecking, medios de comunicación y plataformas tecnológicas han propuesto caminos de actuación para enfrentar la desinformación y la circulación de fake news. Expone diversas propuestas regulatorias que se han presentado en Chile, una de las cuales ya tuvo su aplicación en la Convención Constituyente.
En el capítulo VIII, Oscar Jaramillo y Guillermo Bustamante llevan a cabo una investigación que permite comprender mejor la existencia de “Audiencias de Microinfluenciadores” en la red social Twitter. Analizando un total de 20 hashtag desinformativos chilenos prueban que no existe un “enemigo poderoso” que organiza, a través de redes sociales, ataques políticos en Chile como se planteó en 2019 para el Estallido Social Chileno o en 2021, para la Convención Constitucional.
En el capítulo IX, Rodrigo Álvarez reflexiona acerca de la comunicación desde una mirada de seguridad global en el actual contexto de la neoglobalización y cómo los diversos conflictos mundiales actuales han motivado un interés sobre la seguridad y la desinformación.
Óscar Jara analiza, en el capítulo X, cómo el periodismo actual se enfrenta al surgimiento de las redes sociales y la mayor representatividad que estas tienen en quienes buscan generar y recibir información, en momentos en que el trabajo de los denominados “medios tradicionales” han perdido credibilidad, fuerza e influencia.
En el capítulo XI, Natalia Messer analiza la irrupción de nuevos formatos mediáticos, como el caso del Podcast, y cómo este nuevo contexto digital influye en el tratamiento informativo y en las formas de participación entre medio y audiencias.
Finalmente, en el capítulo XII, Sergio Amín describe algunas de las diversas herramientas que se pueden utilizar en la actualidad para verificar el contenido generado por usuarios (UGC) y combatir la desinformación, como la verificación de UGC, la búsqueda inversa de imágenes, verificación de bots en Twitter, entre otros.