Profesor en Cine UDD de la Especialidad en Dirección I y II, y uno de los cineastas más premiados en Chile y el extranjero, conversó sobre sus nuevos filmes, el nuevo boom del cine chileno y el rol de nuestra escuela.
Está sentado en el patio o mejor dicho en un lugar de ese largo pasillo que une a la Escuela de Cine UDD con la cafetería. Lleva algunos minutos esperando, desde que terminó su clase de Especialidad en Dirección I, junto a Dirección II sus únicas obligaciones académicas en 2011. Su vaso de café está vacío ya. “No hay problema”, dice Sebastián Lelio. Paciencia le sobra.
Hace unos meses obtuvo 125 millones de pesos para filmar “Perdón Mamá”, título provisorio de una película que fue escrita para la actriz Pali García y quien interpreta a una madre en crisis durante los cinco días previos al matrimonio de su ex marido.“Un drama bien acido con algo de humor negro y basado en relaciones familiares intensas”, cuenta.
Sin embargo lo que le ocupa actualmente es el cierre de la postproducción de “El año del Tigre”, película que levantó rápidamente tras conocer uno de los hechos más extraños que nos dejó el terremoto del año pasado: El 80 % de medio millar de reos que se fugaron ese día, regresaron voluntariamente a las cárceles.
“Es la historia de un preso que huye a una libertad paradójica, porque vuelve a su casa pero el tsunami se la llevo. Llega a la nada. Es una ficción pura basada en hechos reales y filmada en locaciones reales”, explica.
-¿Esta cinta marca un quiebre temático en tu cine? Me refiero a la familia y sus contradicciones.
-No tan directamente. De algún modo eso cruza la historia porque es un hombre que pierde a su familia. Además está basado en actuaciones con mucha improvisación, ese estilo que he venido desarrollando en mis anteriores películas.
En efecto hace unos años, Lelio explicaba con elocuencia su mirada sobre el oficio: “Lo que me interesa es que el actor se convierta en otra cosa, intentar encontrar a la persona y documentalizar su vocación, su talento y su juego. Creo que una buena película es siempre también un buen documental porque lo que uno está viendo es algo que está pasando en realidad: que los actores están voluntariamente jugando”.
PREMIOS Y PÚBLICO
“El año del Tigre” debería estrenarse el segundo semestre de 2011. Por mientras Lelio espera tranquilo las negociaciones con algunos festivales internacionales. En orden Cannes, Locarno, Venecia.
Son pocos los cineastas chilenos que pueden hacer una planificación como ésta. Y Lelio se ganó ese derecho filmando con paciencia. Egresado de la Escuela de Cine Chile a mediados de los noventa, pulió su mirada a punta de cortometrajes durante una década, hasta que estrenó su primer largometraje, “La Sagrada Familia”, seleccionado en más de 100 festivales y dueño de 30 premios internacionales. “Navidad”, luego de estrenarse en la Semana de Realizadores en Cannes, aún sigue girando.
-Llama la atención cuánto demoraste en hacer tu primer largo.
-Circunstancias de la vida. La pasada digital me agarró justo cuando estaba haciendo “La Sagrada Familia”. La irrupción de la lógica digital permitió modelos de producción que antes eran imposibles. Antes intenté largos que no me resultaron por su envergadura. Yo creo que lo que pasó, fue que esa tecnología llegó un poco tarde para mí.
-Lo segundo que llama la atención es que a pesar de ese retraso, has conseguido una cantidad increíble de premios con tus películas.
-A mí también me llama la atención, jajajá. Los premios siempre provocan alegría, impulsan la distribución de la película y es un reconocimiento a las personas que hicieron ese trabajo. Pero yo trato de no marearme con eso y seguir haciendo cine.
-¿Qué piensas de la cntradicción de que el “nuevo” cine chileno es muy reconocido en festivales internacionales sin embargo el público chileno no acompaña a sus obras en las salas?
-Yo hago las películas que quiero hacer, con la intención de que sean vistas. Que después sean mas o menos vistas, escapa a mi control. Mi sueño es que confluya felizmente el cine que yo quiero, el que me conmueve, el que me sale de la guata, con audiencias significativas. Espero que ocurra pronto, pero no llena mis expectativas lograr un éxito en Chile y que no se reconozcan mis cintas afuera.
-Volvemos a la paradoja de una industria sin mercado.
-Pensar en películas que sólo funcionen acá es valido pero limitado. Y hacer un cine no tenga nada que decirle a los chilenos es un despeñadero que no tiene sentido. Lo que se está intentando es un equilibrio. De que es una paradoja lo es, pero lo es más aún la explosión del cine en los últimos años. Hay países que con el desarrollo de Chile no lo tienen e históricamente en nuestro país es la segunda vez que ocurre, luego del boom de los sesentas.
-En los sesentas en chile estaba pasando todo política y socialmente, había que sacar la cámara a la calle y listo. ¿Pero ahora qué explica este fenómeno?
-Hay una irrupción generacional, cada vez más consistente y que da la señal de que seguirá ocurriendo. No es un accidente: este año vienen segundas y terceras películas que consagran un proceso sociocultural súper largo, que retoma su actividad desde la recuperación de la democracia. No es casual que en 2005 apareciéramos tantos cineastas, tiene que ver con la maduración social de un país que comprende que sin un cine moderno que hablé de lo que está pasando ahora, es porque algo cojea. Y está pasando en todas las artes. Es lo que siempre todos soñamos: que se estrenen 20 cintas al año de diferentes generaciones, es una señal de buena salud para la cinematografía del país. Eso hay que celebrarlo de rodillas y con cirios encendidos. Es muy potente y estimulante formar parte del diálogo que hay entre las películas actuales.
-¿Qué rol le atribuyes en este fenómeno a la emergencia de escuelas de cine en las últimas décadas?
-Que hayan tantas escuelas de cine es un síntoma de modernidad del país. Creo que una escuela es un proyecto muy difícil por la complejidad de enseñar cine, peor los países con una cinematografía activa detrás tienen muchas escuelas de cine. Es una mesa de varias patas, donde también influyen los fondos, la crítica, etc. Pero definitivamente las escuelas son muy necesarias dentro de ese engranaje.
-En Cine UDD, los estudiantes asumen diferentes roles desde el primer año. ¿Te acomoda hacer clases con ese grado de especificidad?
-Me parece esencial. El cine tiene una crueldad ontológica: no todo el mundo puede ser director porque la vida es así nomás. Además la diversificación de cargos produce el buen cine, porque todas las áreas, el Arte, la Fotografía, la Producción, el Montaje, son conocimientos de una expertise muy específica.
-Imagino que viste las primeras cintas de egreso de Cine UDD: “Anónimo” e “Instrucciones para mi funeral”.
-Sí, en ambas existen las condiciones para contar una historia, pero lo que más valoro es la posibilidad de salir de la universidad con un largometraje en el cuerpo. Eso es muy difícil de conseguir.
-En el caso de la dirección, qué es lo que tiene que tener un director, bueno además de ideas, mirada y un equipo que confíe en él.
-Siempre me pregunto lo mismo y nunca encuentro la respuesta. Es algo gutural, opaco. No se sabe bien por qué uno está metido en esto. La gente que admiro aquí y afuera, tienen en común un hambre por hacer cine. Una energía primitiva que permite hacer una pelicula, que es difícil aquí y en la quebrada del ají.