La destacada documentalista Tiziana Panizza, conversó con la profesora Antonella Estévez y los estudiantes de Cine UDD sobre su documental “Tierra sola” en el Ciclo de Cine Chileno UDD.
La cárcel de Isla de Pascua no tiene paredes ni torres de vigilancia y nunca se ha escapado un preso. En este penal conviven catorce presos y catorce gendarmes, quienes, además de carceleros, son sus parientes o amigos. Pero para esta singular comunidad todo cambiará con la construcción de un moderno recinto. La exhibición del documental “Tierra Sola” (2017) mostró la paradoja de la libertad en el Ciclo de Cine Chileno de Cine UDD.
Tras cartón, la destacada directora Tiziana Panizza, conversó con la profesora Antonella Estévez y los asistentes –masivamente estudiantes de nuestra carrera- sobre este filme, elegido como la Mejor Película Chilena en la última edición del Festival Internacional de Cine de Valdivia, y que forma parte de una rica producción documental con cintas como “Remitente: una carta visual” (2008) y “Tierra en movimiento” (2014).
“A la película no le interesa indagar en las condenas de los presos, sino la observación de este lugar, sus rutinas. Al mismo tiempo, esta historia de alguna manera viene a llenar el vacío que tenemos, pues poco sabemos de Isla de Pascua, más allá de los moáis, o de sus bailes tradicionales”, advirtió Tiziana, quien explicó que filmó en súper 8 para lograr una estética del pasado y ambigua en relación al amplio material de archivo que ocupa el documental.
-¿Cuáles son las preguntas que originan un documental como éste?
-Había hecho documentales de cárceles, pero nos preguntamos por qué una cárcel en Rapa Nui, es decir, la isla misma fue una cárcel. Leyendo, entendimos que la historia de colonialismo de la isla, donde no se les permitía salir a sus habitantes, tenía que estar presente. La investigación fílmica hizo que a partir de la película hiciéramos un segundo proyecto, “Recuperación del patrimonio fílmico de isla de pascua 1930-1970”. Estas películas son parte importante del patrimonio de la isla y del cine chileno. Me obsesioné con que todo fuera parte de una misma película. Es un poco lo que dice Raúl Ruiz, de poner todos los elementos circulando en una película, con cortes violentos, lo que da la sensación de que la película no tiene costuras.
-Partiste por la historia de la cárcel y no por el found footage. Cómo va cambiando tu propio punto de vista sobre la isla a medida que te enfrentas a este material.
-La investigación se ramificó, y en un momento pude perder el punto de vista . Sin embargo sentía que el material de archivo enriquecía la idea, porque lo que aporta el archivo no es lo que aparece sino cómo está filmado. Es un archivo del que estábamos continuamente desconfiando. Nuestros abuelos veían el cine como un documento de verdad, pero nosotros somos espectadores contemporáneos y sabemos que el cine nos muestra más un espejo de quién filma, en este caso un espectador del primer mundo que les hace pruebas a los rapanui, que les saca sangre, desde una mirada colonizadora o imperialista, siendo al mismo tiempo documentales muy bellos estéticamente. Eran más de 150 horas de material, nos demoramos un año y medio en montar el documental.
-La reflexión del texto que narra es explícitamente subjetiva. ¿Por qué vuelves a ese lugar?
-Hoy no hay discusión acerca de que el documental sea objetivo. Eso nos libera de un peso que se nos impuso como la verdad y te da la libertad para ocupar todo el lenguaje cinematográfico, lo que permite hacer lo que tu consideres mejor para contar una historia. El texto escrito hace más exigente la película pero a la vez lo lees para ti mismo. Cuando entramos a montaje no estaba la idea de que hubiese un narrador. Es una película no acabada, cada una de las líneas es una película propia. La voz en off es lo que les da una linealidad.
-¿Cómo hicieron las elecciones del contrapunto sonoro, no de las imágenes contemporánea que son diegéticas, sino las que acompañan el material de archivo?
-Decidimos, excepto en las jornadas de observación de la cárcel, que las tomas de sonido fueran independientes de las tomas de cámara. Quería tener archivos sonoros aparte, con el mismo nivel de jerarquía de las imágenes. Para el fondo teníamos un ítem de música original, pero mientras más grababa, me hacía menos sentido componer. El swing de las gotas que había en las cavernas después de la lluvia fue muy emocionante y logramos captar mucho material. Llegamos a postproducción con 14 pistas de grillos (ríe).
-¿Por qué la cárcel como metáfora?
-Me pareció una buena manera de entrar a la isla. Ya no son sólo rapanui los que viven ahí, la mitad son chilenos. Este pequeño espacio era especial para desafiar nuestra visión de lo carcelario y por lo mismo no contamos nunca por qué están los presos ahí. Si no está esa información, estás leyendo otras cosas: que el gendarme abre la puerta para que se besen, que venden artesanía a los turistas, etc.
-Para quien no ha estado en la isla y ve los documentales de Carmen Brito o de Leo Pakarati, su visión se vuelve la imagen de la isla ¿Cómo negocias tu visión, celebrando tu subjetividad, con la impresión que otros se harán?
-No lo pienso mucho porque en el cine eso te paraliza. El cine es complicado, caro, difícil de producir, se pelea con los compañeros, entonces cuando sabes que hay una buena historia y un lugar interesante donde puedes ganarte el derecho de poner la cámara, lo haces, tienes la confianza del trabajo. Me dio seguridad que Leo Pakarati trabajara conmigo. Las personas que hablaron conmigo en el documental lo hicieron porque iba con Leo.
Cabe destacar que esta modalidad se repetirá tras la exhibición de “La telenovela errante” (17 de octubre, 19 horas) de la reconocida directora y montajista Valeria Sarmiento, y de “Calzones rotos” (15 de noviembre, 19 horas), de Arnaldo Valsecchi, recordado director publicitario de los más famosos spots de los años 80 y 90 en Chile. Todas las cintas serán exhibidas en el Auditorio 114.