El director Edison Cájas y Miguel Ángel Miranda, protagonista de El vals de los inútiles, cerraron el Ciclo de Cine Chileno UDD.
El vals de los inútiles, filme sobre el movimiento estudiantil que obtuvo Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Valdivia y ha recorrido diversos festivales de categoría mundial, fue el encargado de cerrar el Ciclo de Cine Chileno UDD.
La cinta relata dos historias paralelas para narrar lo que ha sido el movimiento estudiantil en Chile: Darío, un adolescente inmerso en el clima político de su colegio y Miguel Ángel Miranda, profesor de tenis y ex-preso de la dictadura de Pinochet, encuentran en la movilización social el sentido de su propia historia.
Con planos potentes y espontáneos de las marchas, más la construcción del cotidiano de ambos personajes y el registro constante de la carrera 1800 Horas por la Educación, Cájas teje parte de la historia reciente del país, donde el movimiento estudiantil es una posta en la carrera de reivindicaciones que se arrastran desde la dictadura.
Como siempre, la periodista y profesora de Cine UDD Antonella Estévez, inició la charla con el director y Miguel Ángel Miranda, para quien fue la primera pregunta.
-¿Cómo llegaron a ofrecerte esta participación en el documental?
-MM: Hubo una muy buena comunicación. Edison interpretó bien lo que vio cuando fui a correr, la emoción, le hablé de mis compañeros desaparecidos, gente que debió haber estado corriendo ahí.
-¿Cómo decides hacer este filme?
EC: Este documental tiene un proceso muy atípico. Comenzó en 2011 cuando veo a Miguel Ángel corriendo las 1800 horas por la educación y luego también a Darío. ¿Por qué un señor de cienciuentaytantos estaba corriendo ahí? Me parecía raro que gene que no era el movimiento lo hiciera, pero me di cuenta que era la punta de un iceberg invisible, que es la huella de la dictadura y que se hace patente en esto.
-¿Por qué ambas historias se encuentran al final?
EC: Porque el documental pasó por una etapa larguísima de guión, en que decidí pararla. Me fui a estudiar afuera, y me di cuenta de que había que contarla a través de los personajes, y no del movimiento total, lo que era imposible. Hablamos con ambos, porque no eran los dirigentes sino dos anónimos que estaban en la masa simbolizando. Era la única forma de narrar una película imposible.
-¿Por qué decidieron que nunca se encontraran ambos personajes?
EC: Era obvio inventar una escena, pero para qué, mejor decidimos hacerlo de forma tal que el espectador se arme la idea.
-¿Cómo logras acceder a mostrar tu intimidad?
MM: Lo vi como una oportunidad, del sueño colectivo, de hacer un Chile mejor. Con la exposición al mundo del tenis sabía que me iban a mirar de otra forma. Hice clases de tenis en la penitenciaría, tampoco fui dirigente, pero tengo la pasión de la gente que está abajo. No dejo de emocionarme, con lo que sueñan los jóvenes. En mi medio ha generado algo hermoso: «no son solamente ustedes los encargados de hacer el cambio, somos todos y de diferentes formas».
-¿Por qué elegiste las 1800 horas como eje del filme?
EC: Un amigo del Instituto me invitó a grabar, porque necesitaban registros de promoción en Youtube. Me pongo a registrar pero no estaba muy al tanto, entonces los veo y me entero que nunca paran, me dan ganas de hacer algo más. Igual tuve que conocer a Miguel Ángel para hacer la película, me dice que corre por los que no están, me hace click que la película no es sólo del movimiento estudiantil. La posta entre ellos es lo que pasa en el país. No pensé en hacer una película de las 1800 pero me sirvió de esqueleto.
-¿Cuántas horas de registro tienes? ¿Cómo fue el proceso de elegir?
-Había 150 horas de material. Mostré un primer corte que no era una película, era un pegoteo. Lo vieron cineastas como Sebastián Lelio y Alicia Scherson y me dijeron que estaba lindo pero que no había una película. ¿Cómo hacemos dialogar a estas dos generaciones? Fuimos encontrando la película en el montaje.
-¿Cómo filmaron en las partes más hostiles?
MM: En la Clínica Indisa, cuando me hacen la resonancia, estuvimos un mes pidiendo permiso, al final lo guardias nos seguían, le echábamos la prepotencia encima y Edison filmaba escondido. Hasta que nos dejaron entrar.
E.C. El director-camarógrafo, y el sonidista-productor, nos cuidábamos las espaldas, por los carabineros, o la misma gente, que cuando corre te puede botar la cámara. En el instituto nos hicimos amigos del curso de Darío, pero no de los que se lo tomaron. La gente de la toma creía que éramos de la tele. Tuvimos que cantar el himno para que nos creyeran.
-¿Cómo fueron los procesos de Work In Progress para poder obtener los fondos?
EC: Soy muy crítico de esas instancias, pero le dieron alas a la película. Estuvimos en Valdivia, BAFICI y al otro año volvimos con la película hecha. Era un corte de dos horas que generó un interés, además que en estas instancias de pitch, ayudó que estuviera muy involucrada con la contingencia.
FOTOS: VALENTINO SALDÍVAR