Claudia Llosa, Cecilia Atán, Valeria Pivato, Natalia Beristain y Lucía Puenzo fueron las reconocidas invitadas a conversar sobre sus películas y sus particulares miradas del cine.
Fueron cuatro conversatorios vía Zoom los que contempló el Ciclo de Mujeres Cineastas Latinoamericanas organizado por la carrera de Cine UDD. Todas las invitadas, destacadas realizadoras, con una película reciente que comentar.
I CLAUDIA LLOSA
La primera invitada fue la cineasta peruana Claudia Llosa, directora de “La Teta asustada”. Nacida en Lima en 1976, Claudia es Licenciada en Dirección Cinematográfica de la Universidad de Lima y continuó sus estudios en la Universidad de Nueva York y en el Instituto Sundance. También estudió un master de cine en Madrid, antes de dar el salto a la realización en 2006, con el aclamado largometraje “Madeinusa”, premiado en numerosos festivales.
Su segunda película, “La teta asustada”, se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Berlín, donde obtuvo el Premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) y luego el Oso de Oro y fue nominada para el Óscar en la categoría Mejor Película en Idioma Extranjero.
En 2014 presentó su primer trabajo cinematográfico en inglés, Aloft (No llores, vuela) protagonizada por Cillian Murphy, Jennifer Connelly y Mélanie Laurent, que inauguró el Festival de Málaga en el 2014, donde obtuvo el premio a la Mejor Fotografía. Y en 2017, fue distinguida con el Premio Eloy de la Iglesia del Festival de Cine Español de Málaga, que reconoce a los realizadores más osados e inclasificables.
Una carrera acelerada y exitosa que nació por un azar del destino, como contó en la charla de Cine UDD, donde fue entrevistada por el crítico Joel Poblete. Los intereses de Claudia iban por el psicoanálisis y la poesía; estudió comunicaciones y quería ser pianista y también escribir historias. Realizando un máster en España llegó al cine.
“Me obligó a escribir un guion de lo que sería mi primera película (“Madeinusa”, 2005) pero no tenía ninguna expectativa, tenía ciertos lectores, mi familia. El Festival de la Habana cambió todo, “Madeinusa” ganó el Mejor Guion, y yo ni siquiera sabía que venía con un premio para hacer la película”, recordó.
Y continuó: “Me puse a buscar un director para la película. José María Morales, mi productor hasta ahora, me dijo ‘si tú lo has escrito lo tienes que dirigir’. Lo más difícil es hacer el guion, crear el mundo de la nada, lo que sostiene la pieza. El sueño se fue construyendo en mí, me fui dando permisos para aceptarme y atreverme. Al final también lo produje”.
No me interesaba entrar al lado político porque lo que me interesa es saber si se pueden sanar heridas de tanta profundad. Repetir lo que nos duele es difícil, por eso parte con un canto, para volver a decir eso que duele pero envuelto en belleza. La película habla de la vida y la muerte porque Perú es un país que se ha sostenido con expresiones como esa, mito y realidad, mirada occidental y cosmovisión andina, temas en conflicto.
Me interesaba abordar temas como la figura del mito, de lo mágico, pero desde otro lugar. Y sobre todo dislocar el ideal de lo materno. La mujer ha evolucionado muchísimo los últimos 50 años pero la idea de lo maternal no ha evolucionado con la misma velocidad.
II CECILIA ATÁN y VALERIA PIVATO
Cecilia Atán y Valeria Pivato, codirectoras de la película “La novia del Desierto” (estrenada en Cannes 2017, hoy disponible en Ondamedia), fueron las protagonistas de la segunda charla del Ciclo de Mujeres Cineastas Latinoamericanas.
El periodista y crítico Joel Poblete fue el encargado de moderar la conversación con esta dupla de cineastas argentinas que iniciaron sus carreras a temprana edad, formando parte de equipos de trabajo de reconocidos directores argentinos y extranjeros, como Juan José Campanella, Christopher Hampton y Walter Salles.
De hecho, se conocieron en la filmación de “Luna de Avellaneda” (2004). Valeria fue continuista y Cecilia, primera dirección. Y así comenzó la historia de dos técnicas de cine que se hicieron amigas en el set de una cinta de Campanella y estrenaron su ópera prima en Cannes. Se trata de “La novia del desierto”, un largometraje con un equipo argentino-chileno que tiene como protagonista a Pali García, y que recrea un viaje, literal y metafórico, de una mujer por encontrarse a sí misma.
“Queríamos un personaje sin lugar y sin tiempo, una idea abstracta pero útil para ahondar en ese universo: que fuera una nana, un oficio femenino y latinoamericano, y que viviera una vida que no es propia. Y además que pasara de los 50 años, una edad en que el mundo te empuja a creer que lo que no hiciste antes ya no lo hiciste”, explicó Cecilia.
Valeria: Descubrimos cómo atravesar el proceso. Los procesos creativos no son lineales, trabajamos con un esquema de pingpong. La totalidad del proceso de escritura nos llevó tres años y no se dejó de modificar hasta el rodaje mismo, por lo cual tuvimos que tener una gran flexibilidad.
Cecilia: Una de las claves es que las dos tiren del barco de la misma manera, que las energías sean parejas. Renovamos los votos y el próximo proyecto será compartido (“La llegada del hijo”). La dirección implica una cantidad infinita de decisiones, por eso es muy importante la comunión de ideas. La misma comunión entre los actores y el equipo, que creemos, también se refleja en la película.
Sí, en Chile y Argentina es muy conocido este mito sobre una mujer que atraviesa el desierto con su hijo y fallece, pero cuando la encuentran dos días después unos arrieros, se dan cuenta que el niño está vivo porque siguió amamantándose. Nos gustaba en el sentido poderoso de la vida y la muerte, de que algo tiene que morir para que otro viva.
Cecilia: Empecé a trabajar a los 18 años en esto y hoy aún es un área de hombres. Hay que estar siempre demostrando algo, rindiendo como si fuera un examen. De las escuelas de cine salen 50% de mujeres y 50% de hombres, pero en la industria la ocupación es 70% y 30%. Creo que se está transformando eso, pero es un proceso lento.
Valeria: Hay que hacer este trabajo de forma militante, saber que los espacios tenemos que ganarlos. Nunca está totalmente conquistado un espacio hasta que haya una política de paridad de género. En la transición de la universidad a lo laboral hay gente que se queda en el camino y tenemos que preguntarnos por qué. Latinoamérica debe ir hacia allá, que no sea solo una tendencia sino un contexto y para ello se necesitan políticas públicas.
Cecilia: La instancia de montaje es un proceso de reescritura también y como dijo Valeria, tenemos mucha flexibilidad para trabajar. Andrea nos dijo que íbamos a montar la película tal cual el guion. Intuíamos que no iba a funcionar, pero nos dijo que teníamos que estar seguras de que ese no sería el camino para tomar otro sin arrepentimientos. En la filmación sabíamos que habían cosas que funcionaban pero no estábamos seguras. Nos envió el corte del guion cerca del Año Nuevo y con Valeria no lo queríamos ver, estábamos con el estómago apretado. Pero funcionó. En el montaje le dimos énfasis al viaje, pero también a la dualidad entre la casa y el desierto, entre el pasado y el presente, y con eso ganó muchísimo la película.
Valeria: Fue todo bastante rápido. Ese corte lo mostramos en el WIP de Toulouse en abril, días después terminamos el color y la mezcla de sonido. Y en mayo la presentamos en Cannes.
Cecilia: Estábamos en búsqueda de una intérprete que pudiese sostener el protagónico de una película. Paulina está en casi todos los planos. Era una búsqueda difícil, porque con muy poquitos gestos, tiene que darle forma a un personaje pequeñito en expresividad. La primera vez, cuando se presentó delante nuestro, fue una certeza absoluta: había algo del registro personal, de su forma, de su expresividad que nos convenció inmediatamente.
III NATALIA BERISTAIN
Natalia Beristain, directora de la película “No quiero dormir sola” y una de las cineastas más destacadas de México, fue la protagonista de la tercera sesión del Ciclo de Mujeres Cineastas Latinoamericanas.
Fundadora de la compañía productora Chamaca Films, su ópera prima “No quiero dormir sola”, fue estrenada en la Semana de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 2012; elegida Mejor Largometraje en el Festival de Cine de Morelia de aquel año y parte de la selección de más de 30 festivales internacionales.
Joel Poblete conversó con esta joven cineasta, directora de otras importantes cintas, como “Los adioses” (estrenada dentro del Festival Internacional de Cine de Roma), en series como “Luis Miguel” y “El presidente”, y descendiente de una dinastía de reconocidos actores de las artes escénicas mexicanas.
“Por el lado de mi padre, mi tatarabuelo era un conocido actor de carpa a principio del Siglo XX. Mi abuelo trabajó con Luis Buñuel y sigue siendo el orgullo gigante de la familia. Y mi padre también es actor. Crecí con Diego Luna y Gael García, jugando a las escondidillas en los teatros mientras nuestros padres y madres ensayaban. Nunca me pregunté si quería hacer cualquier otra cosa en la vida”, advirtió.
No fue hasta que vi, en la Cineteca Nacional, la película “Rosencrantz y Guildenstern han muerto” (1990), de Tom Stoppard y con Gary Oldman y Tim Roth. Entonces entré al CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica). No tenía clara la realización como meta pero muy pronto me enteré de que eso era lo que quería.
No fue hasta épocas muy recientes que tuve conciencia de una serie de obstáculos que estaban delante, que en ese momento no los veía o uno pensaba que era simplemente lo que tocaba. En el CCC fui parte de la primera generación en que la mitad éramos mujeres. Eso marcó mis años formativos, porque más allá del imaginario colectivo que dice “si pones muchas mujeres juntas se genera competencia e histeria”, lo que descubrí fue todo lo contrario: que si nos uníamos teníamos más peso.
Contar con la posibilidad de tener control sobre el trabajo. Las series no son tan piramidales como el cine, y eso es bueno porque tienes que dejar el ego de lado. Pero todos los proyectos que he hecho tienen cosas que me interesa hacer: filmar fuera del país, trabajar con cierta actriz o con tal director de fotografía, por ejemplo, y también por las narrativas.
Fue un regalo, una experiencia gozosa, era la primera vez que salía de México a filmar. Me acuerdo cuando llegué a las oficinas de Fábula, donde todos se conocen y han trabajado antes, llega esta mexicana con su hija de la mano y la cara de todos “viene con una niña”. No conocía mucho. Ni a Sergio Jadue ni al fútbol chileno, pero la serie trata del arco de este hombre que viene de la nada y termina en la cima, de cómo el poder corrompe.
Me vino como un soplo de aire fresco. Estaba haciendo una serie, a punto de grabar el segundo capítulo y se paró todo. Tenía el año copado de trabajo, fue muy violento este parón. Al principio fantaseaba con pulir el guion de una película que tengo y no he avanzado ni una página. Me sigo sintiendo un poco en estado de shock. Entonces cuando llegó el proyecto “Hecho en casa” dije inmediatamente que sí. Lo hice en tres semanas, con mi hija, con quien ya habíamos fantaseado con hacer algo juntas.
Soy una nerd absoluta, me cuesta llegar al set sin tener todo en el papel, hago shooting de todas las secuencias, entonces la investigación se vuelve clave. En la película “Los adioses” les entregamos un dossier con todo el marco temporal de los personajes. En “No quiero dormir sola”, me pasé seis meses visitando asilos. Ahora, para mi próximo proyecto, espero unirme a un grupo de “rastreadoras”, que son hijas y madres que buscan a sus familiares desaparecidos.
IV LUCÍA PUENZO
Una de las directoras más laureadas del continente estuvo a cargo de cerrar el Ciclo de Mujeres Cineastas Latinoamericanas organizado por la carrera de Cine UDD. Lucía Puenzo, escritora y directora argentina de premiadas cintas como “XXY”, “El niño pez” y “Wakolda” y de la recientemente estrenada serie “La jauría”.
Como en los anteriores encuentros, Joel Poblete fue el encargado de moderar la conversación con esta cineasta que fue criada entre cámaras, focos y una estatuilla dorada, pues su padre Luis Puenzo ganó el primer Oscar para nuestro continente con la cinta “La historia oficial” (1986).
“Con mis 3 hermanos tenemos asociado el cine a la diversión. Desde que nacimos el cine estuvo dentro de nuestro hogar, no queríamos ir al colegio para estar en nuestra casa mientras se filmaba “La historia oficial”. Después viajamos mucho, como una banda de gitanos, a todos los lugares donde mi padre rodaba”, recuerda.
Estudié Letras, a los 20 años publiqué y si tuviera que elegir, aunque por suerte no tengo que hacerlo, elegiría el universo de la literatura. Escribía para televisión desde los 21 años y leí ese cuento de Sergio sobre una hermafrodita pura, algo que es completamente ficcional. Empecé a investigar sobre intersexualidad y era entre tabú y algo que estaba fuera de cuadro. Luego gané una beca para escribir en París. Nunca había tenido tiempo para solo dedicarme a escribir, así que escribí una novela (“La maldición de Jacinta Pichimahuida”) y tres guiones, entre ellos, “XXY”, para el que seguí en contacto con Sergio. Y bien volví a Argentina, la filmé.
La generosidad de Sergio fue absoluta, todo lo que aparece en la película no está en su texto, que es más poético y mítico. La realidad apareció al entrar en contacto con especialistas y muchas personas intersex. Pero el guion no es un tratado médico, de hecho tiene muchas incorrecciones científicas, y eso es lo que muchas personas militantes defendían: la necesidad de tener una poética, una historia de amor, que se cuenten otras cuestiones de sus realidades, no solo médicas. “XXY” se filmó en un mundo binario, que no aceptaba nada en el medio, ni siquiera nosotros tuvimos la noción del ruido que iba a hacer la película por adelantarnos en ese tema.
Tiene décadas de estrenarse y sigue siendo exhibida en diferentes países, ciclos, salas, colegios, etc. Tuvo una vida muy larga, muy feliz e inesperada para todos quienes la hicimos. Siguen hoy ocurriendo cosas con la película.
Siempre me ha divertido el ejercicio de adaptar textos, siempre que uno los sacuda. La novela tiene mucho humor porque está narrada por un perro amoral, una tragicomedia, mientras que la historia en la película se transformó en un policial negro. Esos juegos de la adaptación pueden hacer un género nuevo, la idea es mirarlo como un prisma para que se transforme en otra cosa. La literatura y el cine son deportes totalmente diferentes, porque sus procesos son muy distintos. Nunca me pasó estar imaginándome la película cuando escribo una novela, en ese momento estoy pensando en la palabra.
Nunca me gustaron los festivales o las secciones de cine de mujer, porque creo que las cineastas mujeres debemos competir de igual a igual en una competencia abierta. Siempre me rebelé contra eso. Estudié en un momento en que las escuelas de cine se llenaban de mujeres, de 40 alumnos éramos 25 mujeres. El tema es que una vez que egresan son muy pocas las que logran ser directoras o mantenerse en un oficio. En mi tiempo, tenía compañeras que peleaban puestos que siempre los hacían hombres, como director de fotografía o gáfer. Está bien dar la batalla, aunque tuve la suerte de que siempre trabajé en lugares con diversidad de género y tuve grandes compañeros hombres, pero muchas compañeras no tuvieron esa fortuna.
Con Sergio (Bizzio, su marido) y su hijo, hacíamos mucho el viaje de los 1.800 kms hasta Bariloche. En uno de esos viajes vi una chiquita jugando con un hombre alemán. Eso fue el principio, la idea de un alemán misterioso que luego decidí que fuera Mengele, que viviera con su familia en una hostería. Así empezó esta historia que viene de mi fascinación de los 15 años con los monstruos y las complicidades civiles, que tienen mucha relación con las que vemos en las dictaduras. Esas complicidades civiles que hacen que tengamos un monstruo de vecino y nadie lo denuncie.
En el caso de esta serie no hay tanta diferencia con lo que ya hago en el cine. En “La jauría” estuve de punta a punta, desde la escritura hasta la filmación. Y el trabajar con mi hermano, Marialy Rivas y Sergio Castro, creo que genera un buen ensamblaje de directores, que puede ser un poderoso monstruo de varias cabezas.