Florencia Meneses participa por primera vez en un voluntariado. Esta vez fue motivada por un compañero de carrera.
«El cielo no permitió esta mañana que la intensidad del sol a la cual nos habíamos acostumbrado cayera directamente sobre nuestras cabezas. A pesar de ello, la temperatura todavía nos podía recordar lo vulnerables que somos a los climas de este hermoso pueblo.
Nuestro recorrido inició un poco más temprano de lo habitual. Dentro de la camioneta el paisaje rural tan hermoso de aquí se convertía en pinceladas corridas de distintos tonos verdes, poco a poco tomando colores grises a medida que no acercábamos a la mina.
Oscura y fría su entrada estaba protegida de los intrusos por una cadena de palos unidos a modo de advertencia. Las profundidades eran resbalosas, pues se presumía que dentro se podían hallar cascadas que daban al suelo una textura movediza, perfecta para acabar con la vida de cualquier imprudente. Y aun así, hay quienes se arriesgan a profanar semejante sector con la ilusión de encontrar oro, el material que alguna vez abundó en esta cueva. Nuestro compañero Christopher tomó la iniciativa de ingresar a la mina y buscar algún material. Fueron agonizantes minutos, sobre todo para nuestro líder Diego.
Ya fuera de la mina, guardamos el equipo y dirigimos la camioneta en dirección a un pueblo donde podríamos conocer a un coleccionista de objetos relacionados a la mina. Pero un neumático cedió ante un palo de madera dejándonos a las puertas del bosque sin señal ni posibilidades de pedir auxilio. Sin embargo, logramos salvarnos exitosamente y el percance no duro más de cincuenta minutos, lo que nos permitió reincorporarnos a programa.
La entrevista al coleccionista fue breve y amena. Nos enseñó su vasta colección de objetos relacionados con la mina y la historia de su pueblo, compartiéndonos además, su sueño de crear un museo donde exponer sus tesoros.
El siguiente bloque de nuestro trabajo fue más calmado. La flecha de la carretera nos direccionó al área gastronómica mas aclamada de Coihueco, el asado al palo. De la mano de don Delfín, su restaurante acogedoramente ambientado es uno de los más reconocidos por empresarios y celebridades.
La cámara fue controlada por Bárbara y la entrevista por mí. A pesar de mis evidentes nervios, la facilidad del cocinero de llevar una conversación, fueron de gran ayuda para que todo fuera más fácil y agradable, situación que me dejó muy agradecida.
Finalmente, regresamos a la plaza para cubrir una última entrevista con la dueña de un supermercado que, muy simpática y risueña, respondió mis preguntas y aprovechó a las personas a visitarla y comprar la gran variedad de productos que adornaban las paredes de su local.
Como despedida a este agotador pero productivo día, culminamos el viaje con un festín de papas fritas bañadas en salsa cortesía de “El Carrito Rojo” y del bolsillo de Christopher.»
Florencia Meneses.
