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“El Mocito ayudará a tener jóvenes más reflexivos”

Marcela Said presentó su documental sobre el ex agente de la DINA Jorgelino Vergara, en el Ciclo de Cine Chileno que organiza la UDD.

Más de 70 personas llegaron al Aula Magna del Campus Las Condes de la UDD, para presenciar el premiado documental El Mocito y luego compartir una charla con una de sus responsables, Marcela Said.

Para la directora de los documentales I love Pinochet y Opus Dei, fue un reencuentro con algunos de sus ex alumnos del ramo Responsabilidad Pública, pero también un espacio de reflexión y emoción que contó con la participación de apoderados y alumnos de otras carreras.

El filme, un retrato psicológico de Jorgelino Vergara, un hombre dañado por su pasado de agente en los aparatos de represión de la dictadura y que busca desesperadamente perdón y redención, no dejó indiferente a nadie.

La periodista y profesora de Cine UDD, Antonella Estévez, comenzó la charla dando cuenta de la complejidad de “enfrentarse a un personaje tan marginal y a la vez, tan central para la historia reciente del país”.

A: ¿De dónde nace hacer este documental?

M: La idea motriz fue encontrar agentes de la DINA,  porque existe mucho relato de las victimas de la dictadura. Personalmente me cargaba escuchar a la señora que decía “esta gente se hacen las victimas” y me propuse el desafío de encontrar a un torturador, alguien que contara esa verdad desde el otro lado. Para eso contacté a Javier Rebolledo (periodista y posteriormente autor del libro “La danza de los cuervos”) y encontramos a muchos ex agentes, pero son bien cobardes, se esconden todavía. Jorgelino en cambio era diferente, vestía tenida militar con camuflaje, un tipo raro, nos pido el carnet cuando lo conocimos. Y a mí me encantó la idea de que fuera un mocito, un tipo que no es agente, sino algo mucho más complejo: un muchacho del campo, sin educación básica, que circunstancialmente conoce a Contreras y después de muchos años lo encuentra la justicia.

A: ¿Cómo lo convencieron?

M: Le dijimos que estaría más protegido con nosotros que escondido por ahí, con cámaras a su alrededor, porque nos contó que después de dar su testimonio al juez Montiglio lo seguía el DINE. Por otro lado se había convertido en un hombre alcohólico y lo había dejado la señora. Estaba solo y empezamos a generar vínculos.

A: La idea del vínculo es compleja. Es un personaje enfermo, no es ni bueno no malo, pero ustedes eligen situaciones: los encuentros con su ex jefe y luego con familiares de un detenido desaparecido.

M: Fuimos definiendo qué tipo de película queríamos. Lo más interesante era lo que nos pasaba: a veces le creíamos, otras no, lo odiábamos, nos daba miedo, otras no. Entonces decidimos hacer un retrato psicológico para que el espectador se confrontara a lo mismo que nosotros y tomara sus propias decisiones. He conversado con mucha gente, hay desde quienes quieren matarlo hasta quienes lo quieren mandar al psiquiatra.

A: Hay diferencias con tus anteriores trabajos, en El Mocito está la idea de dejar hablar al otro, de acercarse a una mirada distinta: escuchar sin imponer.

M: Uno siempre emite juicios, no es tan inocente. Yo tengo la pura cara de inocente. En Francia se llama filmar al enemigo, al otro, en I Love Pinochet sentía que estaba filmando al pinochetismo políticamente incorrecto. En el año 2000 había mucho más espacio para eso. Hoy no. En Europa no puedes defender al nazismo o defender a Hitler y Chile se está acercando un poco a eso. Entonces ahora si pasa, uno piensa que están rayados y por eso ya no vale la pena discutir con Hermógenes Pérez de Arce. Yo sabía que íbamos a llegar a esto, entonces quise que quedara un registro del pinochetismo. Nació porque me costaba explicarle a mis amigos franceses que mucha gente estaba con Pinochet, necesitaba mostrar las personas detrás para que pudieran entenderlo. Opus Dei es bastante más opinante desde el autor. Pero El mocito parece menos opinante, pero le estamos dando más poder al espectador para que se enfrente solo.

A: La relación de esta película con la historia de Chile es fuerte. Pasaron cosas con la película, luego con el libro de Rebolledo y va a quedar para la historia el retrato de un hijo de la dictadura.

M: Hay muchos mocitos dando vuelta por ahí. Uno trabaja en la inmediatez, no sé como será visto en 30 años. Se que es importante que quede el documento. Creo que ayudará a tener jóvenes más reflexivos.

A: El Mocito ha sido exhibida en Chile y el extranjero muchas veces. En esas nuevas miradas que le das, ¿qué cosas has encontrado?

M: Me ha gustado mucho la recepción, es la  que queríamos. Quedamos contentos con la película, hicimos lo mejor que pudimos. La he visto varias veces y me pasa siempre que la última escena me produce mucha tensión, la escena de Jorgelino con los Palma (hijos de Daniel Palma, cruelmente asesinado según Jorgelino).

Valentina Roblero (alumna): ¿Esta película la vio Jorgelino? ¿cuál fue su reacción?

M: La vio en una proyección privada. Él dijo que le gustó, pero sacaría unas cosas como esos campesinos que hablaban de mal de él. Él siempre quiso hacer algo importante en su vida. Él no es tonto, sabe que ahora puede conseguir ser alguien que ayuda a la justicia, pero su aporte siempre está supeditado hasta donde puede decir sin incriminarse.

Rodrigo Alvarado (periodista): ¿Cómo se toma la decisión de hacer este retrato, teniendo la tentación de contar el horror por primera vez de la boca de un ex agente e información que la justicia aún no hace pública?

M: Hay horror en la película. Hay horror suficiente. Habría sido voyerista e innecesario y se nos convertía en otra película Queríamos hacer una película universal. A los alemanes les gustó, Jorgelino podría haber sido de las SS. Ahí es donde Javier Rebolledo (asistente de dirección) decide escribir el libro. El material que tenemos y que no usamos lo llevaremos al Museo de la Memoria. Vamos a hacer un video instalación y quedará ahí como testimonio, ese es el lugar que corresponde.

Antonella: La escena final, de los Palma es muy intensa, pareciera que no hubiesen cámaras. ¿Cómo se hace para ellos se olviden un poco de que hay un equipo de varias personas ahí?

M: Esa escena la preparamos al principio. Jorge Palma me llama porque sabía que estábamos con Jorgelino. Entonces le dije que le conseguía una reunión pero filmarla. Pasando y pasando. Él me dice que los hermanos también quieren estar pero no quería que fuese en su casa. Nos pusimos de acuerdo en el lugar y llegaron ellos primero. Eran 5 hermanos pero una no pudo, se quedó llorando detrás de los muros. Jorgelino llega con el director de foto y el sonidista. Y adentro aprieto rec nomás. Éramos 4 del equipo con Jean (De Certeau, co-director). Todo iba bien, nadie veía la cámara, era algo muy especial, muy fuerte, la cámara se hace más invisible en la escena, no estaban preocupados. Pero cuando Jorgelino saca el bolso y el papel y se pone a escribir en silencio, me di vuelta, no pude mirar. Pasa el papel, se termina la toma.

Apoderado: Nosotros vinimos como familia a ver El Mocito. No la pudimos ver antes. Fuimos parte de ese periodo y uno necesita ver estas cosas. Quiero expresar lo que siento por Jorgelino, este personaje horrendo, prepotente, que hizo muchas cosas de las que dice que vio. Esa última escena (de los Palma) es muy decidora, de mucho peso, me hizo pensar por la postura de los hermanos frente a la desaparición de su padre. Esa escena me pareció una escena de tortura, pero donde los hermanos son los victimarios y al mocito eso le acomodó mucho para victimizarse.

M: Los Palma tienen una dignidad increíble. Jorge es psicoanalista, un hombre muy preparado. Es una escena histórica, porque es muy violento lo que pasa ahí. Pero la película no buscaba resultados ni cosas preparadas. Antes hay escenas como la de la pistola plástica, que parece maqueteada. O su ropa, parecía que hubiera director de arte. Pero todo es así y en eso tiene que ver la ingenuidad de Jorgelino de mostrarse como es en su cotidianeidad.

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