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Discurso Alumno Primera Generación de Titulados Cine UDD

Antes de finalizar la ceremonia, Fernando Silva subió al estrado, recordó los momentos de desdicha y de gloria, y sus profesores y los compañeros que llegaron se emocionaron.

Difícilmente teníamos idea de a qué nos estábamos enfrentando cuando decidimos contarle a nuestras familias que queríamos estudiar Cine. No sabíamos siquiera lo que “ser Cineasta” realmente significaba. Pronto nos daríamos cuenta de que implicaba mucho más que lo que en un principio podíamos imaginar. Un panorama bastante abrumador se instalaba ante nuestros primeros Sueños, ahora atrapados entre Presupuestos, Guiones técnicos, Cartas Gantt, renders de 24 horas, complejos settings de cámara y una infinidad de botones y cables.

Hacer Cine definitivamente se convertía en una carrera de resistencia digna de todo respeto, que requería de verdadera pasión para seguir adelante. Todos estábamos obligados a conocer y enfrentar a nuestros demonios; los más artistas se veían obligados a redactar Planes de rodaje; los productores, a desarrollar Propuestas de Arte; los extrovertidos e histriónicos, a escuchar las ideas de los demás, y los más introvertidos, a hablar en público.

Se podrán imaginar el constante choque de ideas y puntos de vista alrededor de los proyectos de clase. Todos teníamos siempre algo que decir. Conflicto, discordia, drama, silencios incómodos y hasta lagrimas. Sin embargo, todo este caos poco a poco llevaría al asombro ante un fenómeno tan extraño como maravilloso; el de ver un equipo humano multidisciplinario de lo más diverso poniendo sus talentos al servicio de un objetivo común, una empresa gigante que termina en una proyección de hora y media que no sólo llega a festivales importantes, sino que también alguna señora verá en el cable una tarde de domingo. Con sus glorias e ingratitudes, el Cine, casa de todas las artes y de muchos comerciantes, es capaz generar este encuentro de lo diverso con toda su belleza y dificultades.

Una película tiene muchos autores y, por lo tanto es, a su manera, muchas obras. Muchas búsquedas, intenciones y discursos que entran en comunión y se amalgaman en una obra mayor que precisa de todas ellas para concretarse.

 Así es como hoy, después de tantas experiencias de victorias y derrotas, nos despedimos como primera generación de la Escuela de Cine de la Universidad del Desarrollo y recibimos la Antorcha del Cine para mantener vivo su avance como expresión.

No hemos terminado de aprender. Ese es un camino que nunca acaba, pero ya tenemos una base sólida desde la cual podemos emprender vuelo hacia nuestras propias exploraciones.

Es el momento de volver a mirar nuestros sueños, aquellos que nos motivaron inicialmente a hacer películas. Ellos son nuestra sustancia y guiarán nuestros caminos.

Un plano bonito, un guión de estructura perfecta y una fotografía impecable no son nada si no hay una base detrás, algo que decir, algo verdadero y trascendente. Hay que regresar a esos ideales y motivos, conocerlos más a fondo, para abordarlos desde la perspectiva que tenemos hoy, diferente y más madura, y así salir con valor a hacer una realidad de ellos.

Sin duda no somos las mismas personas que entramos a estudiar hace ya más de 5 años, pero la esencia sigue siendo la misma. Como realizadores, en el área que sea, nuestro primer deber es para con nosotros mismos, para con nuestra propia visión e instinto. No digo esto desde el narcisismo, sino desde la honestidad hacia nuestra propia identidad. La mejor forma de contribuir como profesionales a nuestros semejantes y a nuestro país es siendo quienes somos, inimitables.

Nada de esto es fácil. Estamos haciendo camino donde no existe lo absoluto. La carrera recién comienza y va a poner a prueba nuestra resistencia como nunca antes. El camino es largo y se puede perder el rumbo con facilidad. Habrá momentos difíciles hasta en el paisaje más optimista, pero estamos preparados para no dejar que la derrota nos derrumbe, para seguir adelante hasta lograr nuestros propósitos. La creación artística es siempre una danza entre la voluntad del artista y el caos del contexto, para desde ahí sacar lo mejor posible, haciendo uso imaginativo de las fortalezas y las debilidades.

Afrontemos nuestros sueños con toda nuestra sangre y sin limitarnos. Si vamos a ser capaces de cumplir sólo un tercio de nuestros objetivos, que al menos nuestras ambiciones sean altas. Lo difícil es distinto de lo imposible. Al contrario, se puede y es algo que le debemos también a todos los que están y estarán siempre de algún modo detrás de nuestro trabajo; a nuestras familias, amigos, a todos quienes nos apoyan; a esta Escuela de Cine y los profesores que nos han ayudado a conocer el Cine y desarrollar nuestras miradas. A todos ellos, A TODOS USTEDES, muchas gracias.

Fernando Silva De la Cruz.